Tourmalet 1995
En el año 1995, espoleados por un anuncio televisivo de Aquarius que decía «Nunca subirás el Tourmalet2, varios componentes del Club Ciclista decidimos que, aunque solamente fuera por llevar la contraria al anuncio, íbamos a subir el Tourmalet.
A primeros de septiembre 7 chalados, Armando, Lorenzo, Ton, Iruchi, Manuel, Juan Carlos y Varón emprendieron viaje en la furgoneta de este último con destino a Lourdes.
Paramos a comer en Irún y a media tarde estábamos en Lourdes.
Cena rápida y lo primero que nos llama la atención es la cantidad de gente que empieza a desfilar por la calle, todos en dirección a la Basílica.
Ya se sabe que donde fueres haz lo que vieres y nosotros, para no ser menos, seguimos el refrán y nos encontramos con la procesión de las antorchas, que se realiza todos los días al anochecer y es algo impresionante.
Vuelta al hotel y a dormir para enfrentarse al coloso. La verdad es que, quien mas quien menos estaba un poco nerviosos.
Durante la noche entra en el patio donde estaba la furgoneta con las bicicletas el camión de la basura y algún componente de la expedición, ante el ruido que hacía la prensa, se levanto a mirar si se estaban cargando las bicicletas. Hasta ese punto estaban los nervios a flor de piel.
A la mañana siguiente desayuno fuerte en el hotel y a por el Tourmalet, por la vertiente de La Mongie.
Vamos muy tranquilos hasta que un grupo de cicloturistas franceses nos alcanza antes de llegar a Bagneres de Bigorre y, para evitar que piensen que somos unos globeros de categoría, nos vamos con ellos unos km.
Reagrupamiento en Bagneres de Bigorre y seguimos ruta hacia Saint Marie de Campan, donde vemos Les Mouneques, muñecos de tamaño natural que se encuentran en casi todas las casas del pueblo y que hacen un efecto muy guapo.
Nos desviamos hacia Gripp pero antes paramos en la fuente mas famosa del mundo para los cicloturistas, que se encuentra en Campan, antes de iniciarse la subida al Tourmalet.
Y allá vamos, cada uno a su ritmo y como puedes, controlados por Varón desde la furgoneta y con la cámara de video para inmortalizar la hazaña, dándose la circunstancia que nos encontramos con un grupo de cicloturistas que realizaba la ascensión, entre los que se encontraba una mujer de muy buen ver, que además era española, casada con un francés.
Llegamos a La Mongie, y seguimos en dirección a la cima del Tourmalet, con un día espectacular, que se adivinaba entre la niebla.
Vamos llegando todos, poniendo cara de «aquí no pasó nada», pero con un sufrimiento que solamente sabemos los que subimos allá arriba.
Como anécdota final Armando termina el Tourmalet esprintando con un francés que quería llegar un pelín primero que él. El pabellón hay que dejarlo alto.
Fotos, tragos con la bota de vino y se escancían unos culinos de sidra que repartimos con algunos de los ciclistas que terminan la subida, incluida la española que consiguió coronar el puerto.
Vuelta al hotel, comida y regreso a casa, donde llegamos el domingo de madrugada.
Cansados pero muy satisfechos y dejando la puerta abierta para los retos que se sucederán en años venideros.