LOS ALPES ITALIANOS
STELVIO, GAVIA Y MORTIROLO
Como el Tour lo teníamos más o menos dominado nos faltaba el Giro y que mejor demostración que subir los tres más grandes.
Pues venga, manos a la obra.
Salimos el viernes 20 de agosto por la noche con destino a Niza, Ángel, Conchi, Carlos Lola, David, Álvaro, Conchita, Ton, Mari Carmen, Iruchi, Tina, Alfredo, Rosa, Juan Carlos, Marí Mar, Fran, Grisel, Mauro, Merce, Javier, Esperanza, Marina, Mauro, Margarita, Ramón, Isa y Carla, la Reina de la expedición.
Llegamos al atardecer y después de cenar paseo por la Niza nocturna, donde algunas casi se pierden, y al hotel.
El sábado llegamos a Aprica, después de un buen viaje con visita al lago de Como, donde paramos a comer. Estamos en un hotel muy acogedor, con gente encantadora que nos trata como si fuéramos de la familia.
El domingo acometemos el Stelvio, el primero de los mitos.
Desde Aprica son 100 km, por pueblos preciosos. Para variar Mauro y con él unos cuantos se confunde y van unos 20 km por una carretera prohibida para bicicletas.
Pero llegamos a Bormio, empezamos la subida del mítico Stelvio y como siempre y para variar Mauro tenía prisa. Subimos como buenamente pudimos y entre curvas y pequeños túneles con cascadas de agua cayendo a nuestro alrededor, vamos superando las sucesivas casas Cantonieras. Llegamos al desvío de la carretera que conduce a la frontera Suiza y, a partir de ahí se hace eterno. Son solo dos kms pero cuesta mucho respirar y, por momentos, parece que no podremos con él. Poco a poco alcanzamos la cima con grandes dificultades. Es precioso, con vistas majestuosas y muy concurrido.
Volvemos hacia Bormio donde nos esperan los familiares y los que decidieron que era mucho para el primer día, Ángel, Iruchi y Ramón.
Después de la comida vuelta hacía Aprica y salida por la ciudad. Por la noche algunos oían relinchar caballos junto a su ventana.
El segundo día nos toca el Gavia.
Salimos en dirección a Edolo y Ponte di Legno para, desde allí, iniciar la ascensión del Gavia. Hace un día de perros, llueve y esta muy frío.
A los pocos kms de iniciada la subida la carretera se estrecha y nos adentramos en un bosque de pinos entre la niebla. Es una pasada. Vamos superando las curvas de herradura y nos cruzamos con algún coche y muchas motos. Cuando faltan 3 km para la cima nos encontramos con un túnel de 500 mts sin iluminar y, aunque conseguimos pasar, la verdad es que la cosa era complicada por la oscuridad y la rampa que tenía el túnel.
Después de una serie de revueltas enfocamos el final y para entrar en calor apretamos duramente y terminamos en sprint. Y es que hay cosas que son inevitables.
Iruchi y Mauro aparecen al poco tiempo. Por una vez Mauro subió formal.
Descendemos con mucho cuidado y mucho frió pero en el túnel nos espera una emboscada. No se ve nada y hay una pequeña caída que nos empuja a dar la vuelta y bajar, con las bicicletas al hombro, por la carretera antigua. Una anécdota más. Llegamos al pueblo, después de ver unos paisajes preciosos que aparecían y desaparecían entre la niebla, sin ninguna novedad. Según cuentan las crónicas, alguna de nuestras parientas anduvo a gatas por el pueblo pero sin mayores consecuencias.
Como continuaba lloviendo nos dirigimos a Edolo y, unos kms después paramos a comer para continuar viaje a Borfo Dario Terme.
Vuelta hacia Aprica y otro mito liquidado.
El miércoles nos toca el Mortirolo.
Hay mercado en Aprica y las parientas se quedan a ver como pueden volver locos a los pobres vendedores italianos.
Bajamos en dirección a Mazzo de Valtellina, donde se inicia el Mortirolo y lo enfocamos con mucho respeto. La subida es impresionante, carretera estrecha, muy bien asfaltada, toda entre árboles, de manera que no ves, gracias a Dios, lo que has subido ni lo que te queda por subir, solamente tienes como referencia el punto donde estás y unos metros por delante.
La verdad es que no es tan fiero el león como lo pintan.
En esta subida Iruchi, que llevaba afilando el cuchillo desde que salió de Trasona, se encarga de recordárselo a Ton. Llegamos a la cima y allí nos vamos a encontrar con Angel y David que hicieron la ascensión desde Aprica.
La vuelta es espectacular, por la cima de la montaña, valles a derecha e izquierda, con vistas preciosas. No te daba tiempo a ver todo por muy despacio que fueras. Después de un largo descenso llegamos a Aprica no sin antes ese que todos sabemos, sííííí Ton, provoque un sprint, pero muy lejos de la meta y falla en el intento.
Por la tarde, después de comer en la pradería del hotel, subimos en un teleférico a las zonas de ski, que en verano son un campo de golf. Una pasada. Otros se deciden por darse unos baños y masajes en la piscina climatizada de Aprica. Y para finalizar baile en la plaza del pueblo con algunas exhibiciones bailonas de los excursionistas.
El jueves nos vamos a Saint Moritz, casi nada. Cruzamos la frontera Suiza y, a medida que el autobús va subiendo el Bernina, el cielo se va encapotando, la noche anterior había nevado en las montañas, en la cima hace un frío terrible y cae algo de agua nieve. Bajamos a Saint Moritz y, aunque al llegar llueve, paseamos por la ciudad y comemos allí. Es preciosa, con un lago artificial y comercios por todos lados. A la vuelta paramos en Poschiavo, un pueblo Suizo cerca de la frontera italiana, que tiene como curiosidad sus calles estrechas, muy antiguas y una iglesia que conserva las calaveras a la vista de todos.
Vuelta a Aprica y en el hotel celebran una fiesta para despedirnos. Son gente encantadora.
A preparar las maletas que al día siguiente, viernes, nos vamos.
El viernes salimos en dirección al Lago d´Iseo, donde hacemos una parada. A alguno le da tiempo de bañarse. Es un lago muy grande con varios pueblos en sus orillas.
Comemos y seguimos camino de Montecarlo la nuit. Llegamos a la vez que el Valencia, que jugaba la final de la Copa de campeones. Visita al Palacio, el puerto, el casino, los yates, ¡vaya nivel! Cenamos en una terraza y luego ciudad.
Visitamos la famosa curva del gran premio de Montecarlo y pasamos por el túnel donde Fernando Alonso se pego el sopapo. Algunas amagan con hacer frivolité, mira que hay cosas que ver.
Intentamos dormir un poco en el autobús pero las ganas de cachondeo lo impiden, ¡¡Que ye ohhh.!!, la verdad para una vez que estamos en Montecarlo hay que aprovechar.
A las cinco de la madrugada del sábado continuamos viaje hacia la Playa de Narbonne. Las señoras se dan un baño en la playa para refrescar y luego nos vamos al hotel.
Cena en el hotel y paseo por Narbonne, que nos defraudo un poco. Parecía una ciudad triste y algo sucia.
El domingo salimos de Narbonne en dirección a casa donde llegamos sin novedad, como no podía ser de otra manera. Llevamos a Moisés, nuestro super chofer y Ángel de la Guarda.